Se entiende por cine experimental toda obra audiovisual que intenta salirse de lo convencional y explorar nuevas maneras de afrontar el proceso fílmico. Muchas de estas obras carecen de una narración lineal o incluso desarrollan sus ideas de forma no narrativa. La mayoría de cineastas experimentales trabaja de manera totalmente independiente y con presupuestos muy bajos. La preocupación de estos cineastas reside principalmente en la innovación y en la fidelidad a sus propias ideas, ignorando el impacto que puede tener la obra en los espectadores o sus posibilidades comerciales.
El cine experimental surgió alrededor de los años 20, aprovechando el impulso de los movimientos avant-garde de la época (dadaísmo, surrealismo, etc.). Autores como Hans Richter, Viking Eggeling o Len Lye contribuyeron a su desarrollo. En los años 40 el cine experimental empezó a tener seguidores en Norteamérica y artistas como Maya Deren, Jonas Mekas, Stan Brakhage o Michael Snow empezaron sus creaciones. El cortometraje Meshes of the Afternoon (1943), de Maya Deren y Alexander Hammid, fue un punto de inflexión, pues sirvió de ejemplo y modelo para cientos de cineastas experimentales, tanto a nivel estético como por el buen uso de los pocos recursos con los que contaban los directores.
Actualmente, el cine experimental ha cogido peso en el circuito de festivales y muchos de ellos cuentan con secciones dedicadas a la exhibición de este tipo de películas. Sin embargo, es muy difícil que un film experimental llegue a estrenarse en una sala de cine convencional, lejos del amparo de un festival, pues no suelen responder a las exigencias comerciales que requiere la industria del cine. Desafortunadamente, la visión de los artistas no interesa lo más mínimo si no es capaz de generar cierto beneficio económico. A pesar de esto, el cine experimental cuenta con buena salud gracias al desarrollo tecnológico que permite conseguir buenos resultados con muy poco presupuesto.
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