Allí, en la historia profunda de la Grecia antigua, hombres y mujeres planeaban con esmero todo tipo de fiestas y contemplaban el cielo para interpretar el designio de los dioses.
En Grecia, hacia el siglo VI a. C., durante las festividades religiosas conocidas como Ditirambo, en honor a Dionisio (dios de la vegetación y del vino), cantos y bailes adquirían un papel fundamental. Poco a poco, sobre todo por la intervención de Thespis (dramaturgo y actor), se separa el Ditirambo del personaje principal y del coro; de esta manera, las celebraciones fueron dando paso a lo que hoy se conoce como tragedia.
El origen del término tragedia no es del todo claro; las últimas investigaciones de J. Winkler apuntan que proviene del vocablo τραγὶζειν, que significa “cambiar de voz, asumir una voz de balido como las cabras”, en referencia a los actores. Ateniéndose estrictamente a su origen, se puede decir además que en sus inicios fue concebida como un lamento por un dios que muere o que sufre; no obstante, fue adquiriendo paulatinamente características de relato dramático que incluía también otros sucesos, tales como guerras, sitios de ciudades, conflictos amorosos y aventuras de dioses, semi-dioses y humanos.
En este punto la tragedia se convierte en un espectáculo que contenía representaciones previamente establecidas, con textos de contenido más conceptual, ensanchando los temas e introduciendo modificaciones en la estructura de la representación y en la formación psicológica de los personajes.
Con el tiempo, se divide en episodios, en los que actúan los personajes junto al coro. Esos episodios culminan con los estásimos, que son danzas cantadas a cargo del coro. El coro se movía avanzando (estrofas), retrocedía (antiestrofas) o acercándose al altar y cantando sobre él (épodo). La entrada a escena del coro se llamaba párodo y la salida éxodo. El conjunto de movimientos era interrumpido por lamentaciones cantadas por uno o dos personajes, quienes en ocasiones eran acompañados por el coro.
Hacia el s. V ocurre el florecimiento de la tragedia griega con personajes como Esquilo (524-456 a. C.), Eurípides (480-406 a. C.) y Sófocles (494-406 a. C.); cuyas obras de gran solemnidad, escritas en verso, se basan en mitos o antiguos relatos. Cada artista dio un toque personal a las historias míticas; profundizando en la psicología de los personajes, la estructuración de la escena y la narración.
La selección de los asuntos se extiende hacia nuevos campos y aparecen temas y géneros nuevos. Este fenómeno es muy característico del s. IV, y se encuentra relacionado con la necesidad de generar estímulos más intensos y por la supresión de tabúes que darán paso a nuevos temas que antes eran excluidos.
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