Cuando hablamos de cine normalmente nos referimos, quizás sin saberlo, a secuencias de 24 fotogramas por segundo (24 fps). El movimiento que vemos en la pantalla es una ilusión, pues se trata de una sucesión de imágenes estáticas. En los inicios del cine, esta sucesión estaba compuesta por 16 fps, pero la inclusión de sonido en los años 20 obligó a subir a 24 fps para ajustarlo a los parámetros sonoros. De ahí que el estándar actual para el cine sea 24 fps. No obstante, la elección de fotogramas por segundo depende en gran medida de qué queremos mostrar y cómo queremos que aparezca en pantalla.
Los 24 fotogramas por segundo se utilizan en cine debido a la naturalidad que transmiten, pues se acercan a cómo nuestros ojos perciben la realidad. Un factor muy importante es la cantidad de desenfoque que hay en el movimiento. A 24 fps este desenfoque resulta muy natural y realista, por eso es la elección de casi todos los directores de cine y es lo que solemos encontrar en casi todas las películas. En retransmisiones deportivas se suele grabar a mayor número de fps, ya que lo que se busca no es un desenfoque natural del movimiento sino la máxima definición posible, y más si queremos disfrutar de ciertas repeticiones en cámara lenta.
Hay directores de cine que no se han limitado a grabar en 24 fps y han sufrido las consecuencias, es el caso de Peter Jackson y El Hobbit: un viaje inesperado, que se grabó a 48 fps y recibió un aluvión de críticas haciendo hincapié en el aspecto de telenovela que transmitía la película. Lo cierto es que, al fin y al cabo, los fotogramas por segundo pueden ser un factor subjetivo y quizás influya mucho la costumbre de ver cine a 24 fps a la hora de considerar si algo es cinematográfico o no.
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