En el mundo del cine, el tema de los efectos de sonido bien merece un capítulo aparte. ¿Has oído hablar del término “Foley”? Se trata del proceso de añadir sonidos a las películas o a los programas de radio con las escenas ya grabadas. Proceso artesanal, eso sí. Hoy día está digitalizado.
Se le llama así en honor a su creador, Jack Foley, pionero en el mundo de los efectos especiales sonoros. Empezó en el ámbito radiofónico y, al ver que la técnica funcionaba, dió el salto al cinematográfico. Como seguro que imaginas, es muy complicado grabar en directo los efectos de sonido de las sucesivas escenas de una película. Lo que se hace es añadir de forma externa es efecto y, en el proceso de postproducción, añadir volumen e intensidad para que, por ejemplo el impacto de un puñetazo, sea mayor.
El artífice de la técnica
Como decimos, el padre de los efectos de sala es Jack Donovan Foley. De hecho, se le atribuyen muchas otras técnicas aún hoy utilizadas en el cine. De todos modos, su aportación más destacada fue este método único para realizar efectos de sonido en vivo y en sincronía con las imágenes. Sonidos como pisadas, tintineos de vajillas, apertura de puertas y portazos, cristales rompiéndose, pájaros volando, etc. Agregando este tipo de efectos sonoros a posteriori se logra un control del tiempo, calidad y volumen.
Clasificación de los efectos de sonido
– Ruido diegético/objetivo: el que suena tal como es. Puede ser el de ambiente general (viento, lluvia, tráfico) sin necesidad de ser sincrónico.
– Ruido no diegético/subjetivo: se produce para crear una situación anímica sin que el objeto productor se vea. Por ejemplo, el tictac de un reloj, pasos lentos o puertas que chirrían.
– Ruido descriptivo: el inventado para producir sonidos irreales, fantásticos o sobrenaturales. Por ejemplo, las voces de extraterrestres en las películas de ciencia ficción.
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