Uno de los aspectos más complicados en postproducción cuando se está editando una pieza audiovisual es tratar la temporalidad de las escenas que suceden simultáneamente. Para ello, se han creado cinco formas básicas para poder expresarlo en el montaje: exponerlas en sucesión, hacerlo de forma alternada, que aparezcan en el mismo encuadre, en sucesión o que coexistan en el mismo campo. Vamos a verlas a continuación una por una.
Se usa el montaje en paralelo cuando las escenas aparecen en lugares (incluso en tiempos) distintos pero juntas forman un todo. Las acciones transcurren ‘libremente’, sin que lleguen a entrecruzarse. Es una forma de crear elipsis y a la vez manipular la duración de los acontecimientos e incluso el orden.
Otra variante similar es la del montaje alternado, también describe una o más líneas de acción pero a diferencia del anterior aquí existe la posibilidad de que las escenas acaben uniéndolos; especialmente se utiliza para generar suspense, crear una línea más dramática o simplemente relacionar un mismo tema. Al tener una función más narrativa, el espectador lo considera como dos sucesos que tienen lugar a la vez pero alejados en el espacio.
Cuando las escenas que ocurren de forma simultánea coexisten en el mismo encuadre, lo llamamos de doble exposición o ‘split-screen’. Otra técnica parecida sería cuando las escenas se desarrollan en el mismo campo; esto es posible sobre todo cuando contamos con profundidad de campo para que tengan lugar ambas acciones.
Y por último el montaje que más vemos en piezas audiovisuales que es la simultaneidad presentada en sucesión. Tiene forma lineal, cronológica y en todo momento tiene una continuidad. Busca cuidar la coherencia espacial y temporal, que las relaciones rítmicas y visuales se mantengan y en definitiva contar la historia de forma clara y sin repeticiones.
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